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Un pico de alegría

—¡Ceci! Acabo de separar el dinero para nuestro viaje, en cuánto abran las fronteras me voy a visitarte. Te doy mis ahorros y cuando saques tu pasaje comprás el mío también.

 

Acabo de estornudar de los nervios y salió Grecia de mi boca. Finalmente las buenas noticas empezaron a abanicarme. Creí que Jamie Lynn me había abandonado después de contarme que hasta duerme con el barbijo puesto. Sinceramente pensé que había perdido a mi compañera de aventuras, pero hoy cuando me llamó, una familia de mariposas escribió Mykonos en el aire y yo ya visualicé mi tarjeta de crédito bajándose los pantalones para un verano más en rojo. 

Grecia: seremos las únicas en la playa, pero seremos.

 

—Bueno, bueno, estoy entre que me caigo de espalda o me emborracho con una tarta de repollitos, ¿y este rayo de sol de dónde salió?

 

—¿Viste? Es que, Ceci, si se va a terminar el mundo al menos que nos agarre haciendo lo que más nos gusta: viajar.

 

—¡Jesucristo superstar! Aunque no abran las fronteras esta simple declaración me ha inspirado para repartir mis bienes por las dudas de que esa avión se vaya y nunca más regrese.

 

—Creo que llegó la hora amiga, ni yo me reconozco sin planear unas vacaciones.

 

— No querida, lo que no vas a reconocer es que hasta soy capaz de dormir en la misma habitación con vos y escucharte roncar para abaratar costos. Eso sí, no me pidas que te abrace porque no soy de ponerme mimosa con las turbinas. 

 

—¿En serio, Ceci? Buenísimo, prometo irme a dormir bien tarde así te dormís primero.

 

Qué linda, Jamie, con su bondad conquista el mundo y con sus ronquidos lo destruye. Pero lo que no te mata, te hace más fuerte, y este verano superaré el asesinato de una apnea nocturna. 

Nuestro plan originalmente era irnos a Turquía y después a Grecia, pero con que nos encontremos en el aeropuerto y tomemos un café en Starbucks, me conformo. 

Hemos viajado mucho con Jamie, somos el equipo perfecto: ella cocina y prepara las viandas post Hop-on, Hop-off; yo hago de GPS, traductora, directora de museo, guía turística, historiadora, siesta intermitente y profesora de Educación Física. 

Cuando llega la noche estamos casi siempre filtradas después de mis instrucciones de “cómo conocer una ciudad entera en ocho horas”. Por lo que en nuestro último viaje no nos llevamos ni un par de tacos. Lencería sexy mejor ni hablar. Como mucho seduciré a algún empleado en la tienda de llaveros para que me haga un descuento visceral por algo que ya sale dos dólares. 

 

—¡Ah, no! ¿De regalo a tus amigas les vas a dar llaveros? Me dijo mi madre el año pasado después de haber recorrido Paris con nosotras.

 

—Una torre Eiffel de llavero no es un llavero, mamá, es un pedazo de museo en tu mano—le dije muy apasionadamente.

 

—Es una porquería que al final nadie termina usando, quedás re mal y encima como tiene forma de torre te pincha en el bolsillo del pantalón.

 

Espontánea por naturaleza, la tenés que querer o dejarla en Paris. De inmediato le pregunté—ya que parecía estar canchera con el tema—qué le regalaría ella a sus amigas.

 

—Ah no, yo nunca llevo nada, ¿para qué? La gente tiene de todo, yo no voy a estar cargando con exceso de equipaje. Para regalar porquerías no llevo nada.

 

Y así nomás, en un par de lineas les acabo de resumir setenta años de historia: mi madre.

De igual formas este año no compraremos nada, no estoy como para tirarme cuatro horas extras en el aeropuerto desinfectando paquetes.

Mi único regalo es poder volver viajar, y tenerla a Jamie Lynn de compañera es que se pague el viaje solito. 

Tenemos que ser muy discretas a la hora de comprar los pasajes…porque si mi madre se entera de que nos fuimos y no la invitamos puede que se nos caiga con el sombrero de paja y la sombrilla en plena temporada.

Jamie Lynn siempre quiere que venga, pero claro, ella está casada, y si yo sigo vacacionando con mi madre puede que los hombres piensen lo mismo de mí también.

Brindo por Afrodita que ya empezó a bendecirnos desde la espuma, ¡nos vemos en Grecia!

 

 

 

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