Pandemia de llamadas telefónicas
Si escucho la palabra “coronavirus” una vez más, me voy a clavar la bombilla del mate en la venas y ahí sí van a ver lo que es un drama en serio. ¿En qué planeta atravesando una guerra viral se acaba el papel higiénico en el supermercado? Yo sinceramente estoy más preocupada por estas estupideces que por la pandemia en sí. No hay mas dentífrico en las góndolas; no hay más carne y leche tampoco. Esta es una raza tan primitiva que el desabastecimiento va a traer otros problemas, pero si la gente no distingue un virus que sale de la boca a uno que sale del trasero, las cartas están echadas, señores: vamos a morir. No hoy, no mañana y no por este virus, sino por la falta de coherencia.
Paralelo a esto, el teléfono no para de sonar porque lo único que podemos hacer es hablarnos por celular, vamos, me falta la vincha y la colita del pelo bien alta y estoy para el call center de: "enfermedades virales y cómo dejar de actuar como un idiota”.
¿Estamos todos de acuerdo que el coronavirus es una guerra biológica?, ¿Creada en un laboratorio para exterminar a la gente anciana y a los débiles que no producen más? No, tal vez esté equivocada y haya sido la misma naturaleza que quiere sacarse a otro virus de encima: los seres humanos.
Este planeta está tan cabrón que nos tuvieron que dedicar un día. No veinte, o doscientos, solo uno. En donde con una rosa quieren arreglar cien años de desigualdad. No sé si clavarme la espina en la vena o rasurarle la cara al jardinero que mató a tres millones de rosas para sostener un marketing que nos está arruinando a todos. Nave espacial: creo que estoy lista, ¡venid a por mí!